Comechingones

Comechingón es la denominación vulgar con la cual se alude a dos etnias originarias de la República Argentina, los hênîa y los kâmîare, que a la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI habitaban las Sierras Pampeanas, de las actuales provincias de Córdoba y San Luis

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A lo largo del siglo XX en el relato oficial, los comechingones solo existían en los libros de historia, como una “cultura extinta”.

La colonización hispánica, el trabajo forzoso al que fueron sometidos por su incorporación como mano de obra a las encomiendas, y luego por la desaparición de las “comunidades” o pueblos de indios en el periodo de consolidación del Estado-Nación argentino (1810-1880) habrían aniquilado a los originarios.

Tal como analiza Palladino en su trabajo: “Los pueblos indígenas de esta provincia quedaron sujeto a una literatura académica que sostenía dicha extinción, reforzando los imaginarios que preterizaron a estos pueblos, ubicando la posibilidad de su existencia solo en el pasado y en los espacios rurales de la provincia”.

Sin embargo, a finales del siglo XX y a comienzos del siglo XXI se hicieron públicos los procesos de adscripción de comechingones y la formación de comunidades indígenas en diferentes zonas, predominantemente rurales, del territorio provincial.

Una de las primeras en reorganizarse fue la comunidad Comechingón del Pueblo de La Toma, a finales del 2007 y comienzo del 2008. Esta comunidad ha tenido la particularidad de ser la única que se reivindicó en un espacio urbano, como indígenas preexistentes a la fundación de la ciudad de Córdoba (1573).

“Las familias que se identifican indígenas-comechingones del Pueblo de La Toma no siempre lo hicieron público por una cuestión de estigmatización negativa que ocurrió durante varios siglos en nuestra ciudad, en sintonía con el país. No todos decidieron identificarse como indígenas y, de hecho, en varias familias la adscripción se pierde porque manifestarse como indígena cargaba el costo de la humillación social”, cuenta el investigador.

Desde que la Toma se invisibiliza como comunidad indígena a finales del siglo XIX y comienzos del XX y pasa a denominarse barrio Alberdi, quienes mantuvieron esa pertenencia lo hicieron a partir de la transmisión oral en el espacio privado.

“Absolutamente todas las familias que hoy se reconocen como comechingones o comuneros expresan haber mantenido en el espacio familiar la identidad indígena. Un comunero actual me manifestó varias veces que su madre no le permitía adscribirse como una forma de resguardarlo. Para algunxs, no enunciar la identidad indígena les permitía también salvar su existencia social frente a la condición peyorativa que significó ser indígena en una Córdoba orgullosa del hispanismo”, explica Palladino.

Su resurgimiento en la esfera pública, a partir de 2007, tuvo y tiene reverberancia en toda la historia de la ciudad y llega hasta el presente para poner en cuestión los imaginarios de la identidad local y nacional que, tal como plantea el investigador “han sostenido la extinción de las comunidades y al mismo tiempo europeizado a la población local”.

Este relato, arraigado en la invisibilización de las identidades aborígenes y en un imaginario que los situaba en una lejanía en términos espaciales y temporales, provocaron que la comunidad sea muchas veces cuestionada en su “autenticidad indígena”. Ante este cuestionamiento, la comunidad fortaleció el relato de continuidad territorial con el pasado.

De esta manera comenzaron a reconstruir una narrativa histórica territorial que instituye un relato cronológico y lineal del presente. “Esto es factible a partir del cruce de memorias orales con fuentes de archivos documentales y catastrales. Mientras las fuentes orales articulan episodios del siglo XIX y XX recurriendo a la transmisión oral de padres o abuelos de los comuneros; las fuentes de archivo permiten rescatar acontecimientos desde los tiempos inmemoriales. Las fuentes históricas, entendidas como herramientas de las clases hegemónicas que historiaron en clave “invisibilizadora” son utilizadas, manipuladas, leídas a contrapelo”, tal como se describe en el trabajo de Palladino.

De esa manera, la sistematización de documentos históricos en el proceso de comunalización ha contribuido a fortalecer la posición de que existe un pasado que no solo se hace presente en la memoria oral, sino que también se encuentra registrada en fuentes oficiales. Se convierten en “evidencia empírica” sobre la existencia de la comunidad en el pasado.

“Atender a los sentidos disputados por las comunidades aborígenes en sus procesos de comunalización nos permite también dar cuenta que los imaginarios hegemónicos sobre la nación y lo nacional se perpetúan. Analizar la reconstrucción del pasado en contextos de disputas de autenticidad, nos permite revisar y desnaturalizar estos imaginarios sociales hegemónicos”, concluye Palladino.

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